En el fútbol español han aparecido determinados casos de futbolistas ligados con alguna red de narcotráfico. Sin embargo, cualesquiera de estos asuntos no han desvelado un vínculo claro entre el tráfico de drogas y un club de fútbol. Por eso vamos a recordar la curiosa historia de un conjunto que sí tuvo relación directa con ello. En 1986, el Club Juventud de Cambados militaba en la Regional Preferente gallega. Era el equipo de un pueblo pesquero de las Rías Baixas de algo más de 13.000 habitantes. Pero aquel año iba a aparecer en escena un presidente que cambiaría la historia del club. Su nombre era José Ramón Prado Bugallo, más conocido como “Sito Miñanco”.
SITO MIÑANCO, MECENAS Y BUEN SAMARITANO
Sito Miñanco era un conocido contrabandista y narcotraficante gallego de los años 80, que evolucionó del tráfico de tabaco al de la cocaína. Eso le brindó enormes beneficios económicos y su nombre se unió al de otros importantes narcos gallegos, como Laureano Oubiña o Manuel Charlín. La discreción nunca fue una de sus virtudes y era habitual verlo pasear por su localidad con un flamante Ferrari Testarrossa o un Toyota Supra. Pese a todo, los narcos siempre han tenido su aura de iconos sociales en sus zonas y, en el caso que nos ocupa, muchos de sus conciudadanos destacaban su carácter generoso, llegando a pagar operaciones y entierros, saldando deudas de vecinos, etc. Por ello, y tras haber jugado al fútbol en juveniles, sin haber podido llegar a más, quizás buscó conseguir como presidente lo que no pudo como jugador: llevar a su equipo de toda la vida a lo más alto y terminar de ganarse el favor de su gente.
UNA TRAYECTORIA METEÓRICA
Con Sito Miñanco al frente, el Juventud de Cambados se plantó en una temporada en la Tercera División, categoría en la cual, en el curso 1987/88, lograron ser segundos, quedando a un paso de subir Segunda B. Y, una temporada después, consiguieron el ansiado ascenso. El equipo contaba con un buen técnico, Mario Guede, y jugadores de calidad contrastada, como Bericat o Dibuja. Superaron todos los registros, quedando 13 puntos por encima del segundo clasificado, siendo el conjunto más goleador y el menos goleado y ascendiendo con cinco jornadas de antelación. Su campo, A Merced, de pequeñas dimensiones y de tierra, fue su fortín.
El pueblo estaba volcado con el equipo; igualmente las autoridades locales, que hicieron un homenaje al club y a su presidente tras este ascenso. Hoy, se avergüenzan y tiran balones fuera, ya que todos sabían de dónde procedía el dinero, pero nadie decía nada.Una vez acabada esa temporada, el presidente tampoco escatimó en la fiesta del ascenso, a la cual invitó a toda la prensa deportiva y en la que no faltó de nada. A estas excentricidades se sumó la gira del equipo por Sudamérica y Panamá, país en cual tenía afinidades familiares y de negocios. A pesar de seguir financiando al Juventud de Cambados durante la temporada siguiente, Prado Bugallo tuvo que dejar su cargo de presidente justo después de llevar al club a Segunda B. En la 89/90, ya en la categoría de bronce del fútbol nacional, el Juventud de Cambados siguió sorprendiendo a todo el mundo, clasificándose en cuarto lugar en Segunda B y quedando muy cerca de ascender otra categoría. Este hito convirtió a los cambadeses en el tercer equipo de Galicia, solo por detrás de Celta y Deportivo de La Coruña.
EL FINAL DEL SUEÑO
La policía investigaba a Miñanco y lo tenía cada vez más cercado. Por ello, huyó a Bélgica a principios de 1990. Así pues, sin la financiación del narco, el club aguantó a duras penas dos campañas más en Segunda B, descendiendo en la 91/92 otra vez a Tercera. Y dos años más tarde, sufrió otro descenso y retornó a la Regional Preferente, categoría en la cual se había iniciado toda esta aventura. Ese fue el final de la época gloriosa del Juventud de Cambados, un modestísimo club que llamó la atención de todo el fútbol gallego y nacional por la rapidez con la cual fue ascendiendo categorías hasta rozar la división de plata del fútbol español, gracias a la aportación de su presidente, Sito Miñanco. La historia de un sueño, alimentado con dinero del narcotráfico. El sueño de aquellos días de fútbol y coca.