Las noches mágicas del Bernabéu (Parte 1)

remontada Borussia

Si hay un club que es capaz de ganar bajo cualquier circunstancia, sin importar si juega bien o mal, ya sea con talento o con fe, y cuyo comportamiento competitivo sobrepasa toda lógica racional, ese es el Real Madrid. El club blanco carece de un estilo propio, futbolísticamente reconocible, más allá de ganar. Y ha llevado los valores del peso de la historia, la camiseta, el corazón, el coraje, la épica y la mentalidad ganadora mucho más allá de los límites conocidos en nuestro deporte. Las noches mágicas del Bernabéu son parte de la historia del fútbol.

El Real Madrid es uno de los equipos más importantes del mundo, el que más títulos internacionales posee y, seguramente, el más famoso a nivel mundial. Es un equipo poderoso e imprevisible. Nunca, bajo ninguna circunstancia, se les puede dar por muertos, aunque parezca que no tienen opción alguna de levantarse. Haciendo un símil boxístico, es una especie de Mohammed Ali, con la capacidad de realizar las mayores exhibiciones que su talento pueda generar y, a la vez, de encajar duras palizas, pero sabiendo que siempre puede apelar a su orgullo de campeón y a su calidad para darle la vuelta a (prácticamente) cualquier situación.

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Santillana, Juanito y Sanchís celebrando un gol del Real Madrid. Fuente: Diario Marca

CONTEXTO DEL EQUIPO

Esta mentalidad ha acompañado a la entidad madridista durante toda su existencia, pero tuvo un momento, a mediados de los años 80, en el que se afianzó y desarrolló todavía más, hasta nuestros días. Para explicar ese detonante, hay que contextualizar: en la segunda mitad de los años 70 y primera de los 80, el fútbol español vivía un momento no demasiado boyante a nivel nacional e internacional. Y los blancos no habían ganado un título continental desde la conquista de la sexta Copa de Europa en la temporada 1965-66.

Fruto de esa crisis, la liga española perdió parte de su estatus y se vio superada por otras más potentes y que habían evolucionado mucho más a nivel táctico y de preparación futbolística, como la inglesa, la italiana, la alemana o, incluso, la belga. Dos equipos más humildes y de cantera, como la Real Sociedad de Ormaetxea y el Athletic de Bilbao de Clemente, sacaron partido de esto y dominaron el fútbol nacional desde la temporada 1980-81 a la 1983-84, con dos ligas consecutivas para cada uno.

En competiciones europeas de clubes siempre se competía dignamente, pero las victorias no eran habituales. El Athletic fue subcampeón de la Copa de la UEFA en la temporada 76/77. En la Recopa, el Barça se hizo con los títulos en las campañas 1978/79 y 1981/82, mientras que el Valencia de Di Stéfano ganó en la 79/80. ¿Y el Real Madrid? Pues tuvo una época de sequía bastante larga. No obstante, el “Madrid de los Garcías” perdió 1-0 la final de la Copa de Europa de la temporada 1980/81 ante el todopoderoso Liverpool de Bob Paisley y, dos temporadas más tarde, el Aberdeen de un joven Alex Ferguson les arrebató a los blancos la Recopa en la final por un ajustado 2-1.

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Aberdeen campeón de la Recopa 82/83. Fuente: https://larefundaciondotcom.wordpress.com/.

MOMENTO DEL FÚTBOL NACIONAL

Respecto a la selección, la situación era peor, si cabe. Todavía con el estigmatizado lema de “la Furia” y con Kubala al mando, no lograron clasificarse para el Mundial 74 ni la Euro 76. Sí consiguieron ir al Mundial 78 tras el famoso gol de Rubén Cano en Belgrado, pero se volvió a caer en primera ronda y con el amargo sabor del gol cantado contra Brasil que marró el bético Cardeñosa. También se clasificaron para la Euro 80, aunque fueron apeados en la primera fase como colistas de un durísimo grupo compartido con Bélgica, Italia e Inglaterra.

Se tocó fondo con el esperpento del Mundial 82, organizado por nuestro país, en el cual el equipo nacional, ya dirigido por José Emilio Santamaría y con una plantilla en la que había depositadas numerosas expectativas, dio una de las peores imágenes que se recuerdan. A partir de entonces, Miguel Muñoz cogió las riendas de la selección y renovó el plantel, trayendo aire nuevo. Con él, España llevó a cabo la machada del 12-1 a Malta y se clasificó para la Euro 84, en la que fue subcampeona tras perder la final ante la anfitriona, la Francia de Platini. Después de esto, con altibajos, fuimos levantando cabeza.

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Platini contra España en la final de la Euro 84. Fuente: https://es.athlet.org/.

ANTECEDENTES Y NUEVOS TIEMPOS

Volviendo al Real Madrid, ese espíritu de grandeza para poder acometer grandes remontadas en momentos duros ya había tenido un par de antecedentes. En la temporada 1975/76, los blancos fueron capaces de levantarle un 4-1 al Derby County inglés en la segunda ronda de la Copa de Europa, tras endosarle un tremendo 5-1 en el encuentro de vuelta en la capital de España. En esa ocasión, el Bayern de Múnich, encabezado por Beckenbauer, les eliminó en semifinales.

Unos años después, en la temporada 1979/80 y en la misma competición, el Madrid, entrenado por Vujadin Boskov, fue capaz de dar la vuelta a la eliminatoria de cuartos de final contra el Celtic Glasgow. Los escoceses ganaron por 2-0 la ida en tierras británicas, pero el cuadro de la capital de España se rehízo y venció en su feudo por 3-0. Aquel año alcanzaron otra vez las semifinales, pero otro conjunto alemán, el Hamburgo de Kevin Keegan, les remontó a ellos un 2-0 logrado en Madrid, contrarrestado con una gran goleada por 5-1 en el Volkparkstadion.

A partir de la ya comentada derrota en la final de la Recopa contra el Aberdeen de Ferguson en la campaña 1982/83, Alfredo Di Stéfano comenzó a meter savia nueva en el equipo para la 83/84, asentando en la primera plantilla durante la temporada a jóvenes como Chendo, que ya había jugado algunos partidos antes y, sobre todo, a cuatro cuasi imberbes que estaban destacando sobremanera en el Castilla en Segunda: Sanchís, Martín Vázquez, Pardeza y Butragueño. A estos chicos, el periodista Julio César Iglesias los denominó la “Quinta del Buitre”, por el gran impacto que tuvo Butragueño desde su debut. En la liga fueron subcampeones, empatados a puntos con el Athletic. Sin embargo, fueron apeados por el Sparta de Praga en la primera ronda de la UEFA.

Para la temporada 1984/85, Amancio se hizo cargo del primer equipo, tras su gran labor en el Castilla. Con él, subió la promesa de la cantera que faltaba por consolidarse: Míchel. Y a este se le unió el fichaje de un espigado delantero argentino llamado Jorge Valdano, que venía de hacer varios años muy buenos en el Zaragoza. La temporada doméstica ya comenzó torcida, al encajar un doloroso 0-3 en el Bernabéu en el debut liguero. Pero, en cambio, esta vez las cosas empezaron bien en la Copa de la UEFA, venciendo en primera ronda a los austríacos del Wacker Innsbruck. Victoria 5-0 en Madrid y plácida vuelta en Austria, saldada con derrota 2-0.

PRIMERA RONDA Y ARBITRAJE POLÉMICO

La irregularidad en liga, el escaso feeling entre el entrenador y buena parte de la plantilla, el relevo generacional de los Juanito, Santillana, Stielike y compañía y el clima de intranquilidad reinante provocaron un caos del que podía salir cualquier cosa en la competición continental. En dieciseisavos les tocaba medirse al modesto Rijeka de Mauro Ravnic (que luego jugó en el Valladolid y el Lleida), Nenad Gracan (que más tarde jugó en el Oviedo) y Davor Radmanovic (que fue jugador del Hércules) en Yugoslavia. Y la cosa salió bastante mal, ya que el Madrid perdió por 3-1 y solo pudo aferrarse al gol de Isidro a falta de diez minutos para albergar alguna esperanza en la vuelta en Madrid.

En el Bernabéu, el Real Madrid buscó desesperadamente la remontada ante un rival muy duro y mentalizado para hacer historia. Pero el polémico arbitraje del belga Schoeters y el ambiente del estadio condicionaron el encuentro. En el minuto 35, Milenkovic fue expulsado por doble amarilla. Pero los blancos no pudieron marcar el primero hasta que Juanito anotó de penalti en el 68. La situación más surrealista se dio cuando el colegiado expulsó por segunda amarilla al extremo visitante Desnica “por protestar”… siendo sordomudo. Contra diez, un Madrid volcado consiguió el 2-0 en el 80 por medio de Santillana y certificó el pase a la siguiente ronda tres minutos después, por medio de Valdano. Antes del final, el Rijeka se quedó con 8 por roja directa a Ticic. Después de esto, Schoeters no volvió a arbitrar competiciones europeas de clubes.

EL “MIEDO ESCÉNICO” Y EL “BUITRE”

El siguiente rival era uno de los más temidos: el Anderlecht belga de Vercauteren, Vandenbergh, Scifo y los daneses Arnesen (que jugó antes en el Valencia) y Morten Olsen. Un equipo que, además, había sido campeón y subcampeón de la UEFA respectivamente en las dos temporadas previas. En el primer partido, con un planteamiento bastante conservador y con algunas bajas, el Real Madrid aguantó el 0-0 al descanso, pero fue aplastado en la segunda parte con dos goles seguidos de Vandenbergh y Czerniatynski en los minutos 66 y 67 y un tercero de Vercauteren en el 86, de penalti. El varapalo fue muy duro y el pesimismo y la decepción parecían acechar de nuevo a todo el equipo. Menos a Camacho.

Justo después de acabar el partido, todavía en tierras belgas, el ciezano comenzó a arengar efusivamente a sus compañeros al grito de “¡vamos a ganar!”. Con la ayuda de Santillana, se pasó las dos semanas de espera machacando al resto de la plantilla en entrenamientos y en cada ocasión que tenía (como cuando pasaba por las habitaciones de los demás a recordárselo). También el día del partido. Algo debió funcionar, porque en esas dos semanas, los blancos sacaron un empate contra la Real Sociedad en casa y vencieron en el Calderón por 0-1 al Atlético en el derbi local.

Sin nada que perder, Amancio dio la titularidad a Butragueño y dejó fuera a Juanito por unas fuertes declaraciones del malagueño, antes del partido de ida, en contra de la decisión del entrenador de ir dando cada vez más peso a la Quinta. Camacho siguió con su discurso positivista y el equipo se convenció de que, si intimidaban al Anderlecht, si no les dejaban jugar, si les marcaban pronto y si creían en ellos mismos y en la remontada, todo era posible.

De esta forma, a los dos minutos, Sanchís ya había marcado el primero. En el 17, Butragueño marcó el segundo. Y en el 29, Valdano igualó la eliminatoria extraordinariamente. Habían conseguido un imposible y el estadio rugía enfervorecido, cuando siempre acostumbraba a ser bastante frío. Frimann hizo el 3-1, que ponía las cosas complicadas de nuevo para los madridistas. Pero Valdano anotó el 4-1 en el 38, resultado con el que se llegaría al descanso. Las palabras de Camacho las dos semanas anteriores cobraban más fuerza que nunca y el ambiente les llevaba en volandas. Por eso, nada más empezar el segundo periodo, Butragueño llevó el delirio a todos los presentes con su segundo y tercer goles particulares en los minutos 47 y 49. Marcador de 6 a 1, con el que terminó el encuentro.

Locura total. Lo más increíble fue que, como reconocen algunos jugadores, como Santillana, «no jugamos un gran partido, pero fuimos una apisonadora. Y casi cada jugada acabó en gol». Es más, el Anderlecht no mereció tal castigo y su jugador Enzo Scifo fue el mejor sobre el verde. Aquella noche de fútbol a la desesperada nacieron dos cosas imprescindibles en la historia madridista: “el miedo escénico” de los rivales en el Santiago Bernabéu (término acuñado por Valdano) y el mito de Emilio Butragueño, “el Buitre”, con un hattrick ante un gran rival.  El mismo delantero argentino afirmó, años después, que «en ese partido descubrimos que el equipo tenía una versión desesperada capaz de cualquier gesta. Una cara desconocida hasta entonces. A partir de ahí, la gente empezó a esperar cualquier insensatez”.

DESASTRE EN LIGA, RESURRECCIÓN EN LA UEFA

Después de esto, el rendimiento del equipo en la liga fue empeorando hasta distanciarse del Barça de Terry Venables de manera caricaturesca. Pero, aferrándose a esas gestas y a esa insensatez que comentaba Valdano, se transformaban en Europa. En cuartos de final, el Tottenham de Ray Clemence y Glenn Hoddle sería el rival a batir. Inesperadamente, y en contra de la tendencia, el cuadro madridista venció 0-1 en Londres con un autogol de Perryman. Y solucionó la eliminatoria con un empate a cero en casa aunque, internamente, las cosas no hicieron más que empeorar.

Todo explotó semanas después. El Atlético de Madrid humilló al Real en el coliseo blanco por 0-4 en la jornada 32 de liga y, unos días más tarde, el Inter de Milán de Zenga, Bergomi, Collovati, Rummenigge, Liam Brady y Altobelli venció por 2-0 al Madrid en el Giuseppe Meazza, en la ida de las semifinales de la UEFA. Pese a todo, Juanito le hizo al defensa interista Bini una advertencia muy conocida, en un italiano muy propio: “noventa minuti en el Bernabéu son molto longo”.

La situación del club se volvió insostenible. Tras volver a perder ese fin de semana contra el Valencia en el Luis Casanova por la mínima, el presidente Luis de Carlos se vio obligado a destituir a Amancio. Y, con ello, salieron a la luz pública multitud de miserias internas del club: expedientes a Juanito y Lozano, críticas cruzadas entre entrenador y jugadores, traiciones, malas relaciones, excesos a destiempo y otras lindezas.

MOLOWNY POR AMANCIO Y NUEVO MILAGRO

Otro hombre de la casa, Luis Molowny, se hizo cargo del equipo en un periodo crítico. Su carácter pacificador y su experiencia en salvar experiencias difíciles le hacían la persona ideal para ese momento. No comenzó con buen pie, ya que el Hércules ganó 0-1 en feudo blanco en la última jornada de liga. Solo quedaba la bala de la Copa de la UEFA para salvar una temporada desastrosa. Y se volvió a invocar al espíritu de las noches mágicas del Bernabéu que se habían vivido en ese extraño curso. También ayudó una gran prima para los jugadores por llegar a la final. En este caso, en unas circunstancias internas todavía más complicadas que ante el Rijeka y el Anderlecht.

La magia volvió a aparecer en el estadio madridista y el Real Madrid salió mentalizado a llevar a cabo una nueva gesta. El acoso y derribo al meta Zenga fue continuo y apenas se dio respiro a un Inter que se vio superado por el empuje, el coraje y la fe de los locales. A los 13 minutos, Santillana hizo el 1-0 y, a los 43, el delantero cántabro niveló la eliminatoria con el 2-0. En la segunda parte, y aunque el Inter tuvo algunos buenos minutos, los blancos siguieron a lo suyo y, en el minuto 59, Míchel completó la remontada. 3-0 y a la final contra el sorprendente Videoton húngaro. La gran sinergia entre un equipo de calidad, herido y con una mentalidad de campeón a prueba de bombas, junto con un público entregado, lograron lo imposible en unas condiciones muy adversas. Tampoco debemos olvidarnos de la profecía de Juanito: “noventa minuti en el Bernabéu” sí fueron “molto longo”.

La final, que se jugaba a doble partido, fue solucionada en el partido de ida. El Madrid venció en Hungría por un claro 0-3, con goles de Míchel, Santillana y Valdano. Y, en el encuentro de vuelta, sabedores de su superioridad, jugando en casa y con menos tensión, los madridistas fueron superados por el Videoton por 0-1. En ese partido hubo varios goles anulados a ambos equipos. Finalmente, los blancos consiguieron revertir muchas cosas en contra para proclamarse, después de 19 años, campeones de un torneo europeo.

Y la cosa no quedó solo ahí, sino que los de Molowny también consiguieron ganar la Copa de la Liga, venciendo en la final al Atlético de Madrid y habiendo eliminado previamente al campeón de aquella liga, el Barcelona, y al Sporting de Gijón. Lo que parecía que iba a ser un “annus horribilis”, terminó con dos títulos y con la sensación de que se había logrado una simbiosis espectacular entre el equipo y los aficionados, especialmente en los partidos de casa.

“Cada miércoles europeo, un carnaval a destiempo, ruidoso y orgullosamente disfrazado de blanco, nos espera en nuestro feudo con una confianza casi irresponsable en nuestras posibilidades”. (Jorge Valdano)

(continuará)

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