El estigma de Lazaroni

Para cualquier aficionado al fútbol, hablar de Brasil es sinónimo de fútbol-arte (o “jogo bonito”), de habilidad extrema, de genialidad, de talento. Sus características socioeconómicas y geográficas han marcado, en gran medida, la tipología de jugadores del país. Clima cálido, playas, samba, alegría, desigualdad social y favelas. Jugadores de orígenes muy humildes, en muchos casos, criados en favelas y que han pasado miles de horas puliendo su técnica en playas y campos de barrio.  Un cóctel único para un lugar en el que la mayoría de los niños aprenden a jugar al fútbol casi antes que a hablar.

Históricamente, en 1950 estuvieron a punto de ganar su primer Mundial en su propio país, pero el Maracanazo ocurrido en la final ante Uruguay lo impidió. Sin embargo, esta “tragedia nacional” no les apartó de su ideario futbolístico del “jogo bonito”. Entendieron que la preparación física de los europeos era mejor que la suya y se pusieron manos a la obra con ello, pero sin renunciar a su estilo. Y de ahí empezaron a llegar sus éxitos mundiales en Suecia 1958, Chile 1962 y México 1970, con un fútbol que deslumbró al mundo y encumbrando a grandiosos jugadores como Pelé, Garrincha, Didí, Gerson, Tostao, Jairzinho o Rivelino.

brasil 70

La selección “Canarinha”, por querer equipararse al fútbol europeo, bajó su nivel en los Mundiales de Alemania 1974 y Argentina 1978, quedando apeados en semifinales en ambos casos. Por eso, para España 1982 se eligió al gran Telê Santana, quien conformó otro inolvidable equipo en el que destacaban Sócrates, Zico, Toninho Cerezo, Júnior o Falcao.  Volvieron a recuperar el esplendor del fútbol-arte brasileño y a maravillar a todo el mundo, aunque perdieron en segunda ronda ante Italia, que fue posteriormente la campeona. Fantasía y talento a raudales en ataque, pero graves problemas a la hora de defender. Otro gran revés para ellos. Cuatro años más tarde, en México 1986, volvió a intentar recuperar su cetro mundial con la base de la selección de 1982 y con Telê Santana a los mandos, pero cayeron ante Francia en cuartos de final, en los penaltis. Otro gran partido sin premio y otra decepción.

Es por ello que en 1989 llegó a la selección brasileña uno de los entrenadores más jóvenes y prometedores del país, Sebastiao Lazaroni. Con 34 años, en 1984, ya estaba entrenando al Flamengo, uno de los mejores equipos brasileños. En 1986 ganó el Campeonato Carioca con este mismo equipo y en los dos años posteriores volvió a ganarlo con uno de sus mayores rivales, el Vasco de Gama. Así que se antojaba una apuesta a caballo ganador. Lo que diferenciaba a Lazaroni del resto de anteriores técnicos de la selección brasileña era su apuesta por el sistema 1-5-3-2 (o 1-3-5-2), en el que por primera vez se incluía una defensa con tres centrales.

En los Campeonatos Mundiales anteriores siempre se había reprochado a Brasil que, en su apuesta por tener el balón y atacar continuamente, con un gran número de jugadores en fase ofensiva, dejaban muy descubiertos y expuestos a sus defensores. Por tanto, la idea del nuevo entrenador no era ninguna locura. En ningún momento renunció al estilo, sino que lo modificó con un nuevo posicionamiento y un mayor sentido colectivo, buscando un estilo más «modernizado». El objetivo era que los centrales de los lados pudiesen cerrar mejor las subidas de sus carrileros al ataque (Jorginho y Branco), los cuales eran muy ofensivos. Los aficionados brasileños, poco acostumbrados a esto, se mostraron muy críticos.

La “verdeamarelha” hizo un buen fútbol en las clasificatorias para el Mundial de Italia ’90, quedando campeona de grupo por delante de Chile y Venezuela (fue hasta la fase de clasificación de Francia ’98 cuando se cambió el formato a grupo único) y volvía a presentar su candidatura para la victoria. Pero la afición seguía recelosa con la nueva fórmula del entrenador, más por el sistema de juego que por el estilo y la no convocatoria de algunos futbolistas, y por esa falsa creencia de que si alineas a más jugadores ofensivos vas a atacar más y mejor.

lazaroni brasil

El Mundial de Italia 1990 fue bastante gris en cuanto a juego y resultados, siendo actualmente el Mundial con menos goles marcados por partido de la historia (115 goles en 52 partidos, 2,21 goles/partido). Es necesario enfatizar esto porque no es que Brasil fuese la única selección que trató de implementar su defensa, sino que la mayoría de los equipos estuvieron más pendientes de no encajar que de marcar.

Pese a ello, el conjunto de Sebastiao Lazaroni, quizás sin la brillantez ofensiva de antaño, fue de los que practicaron un fútbol más bonito y ofensivo en este torneo, poniendo en liza a bastantes jugadores talentosos, como sus carrileros, Jorginho y Branco, el organizador Alemao, el mediocampista ofensivo Valdo o los atacantes Müller y Careca. Junto a ellos, aparecían Taffarel como guardameta, Mauro Galvao en el centro de la defensa, flanqueado por Ricardo Gomes y Mozer o Rocha, Dunga como centrocampista más físico, además de los recambios como Silas en mediocampo o Romario y Bebeto arriba.

Los brasileños competían en primera fase en el mismo grupo que Suecia, Escocia y Costa Rica. Vencieron los tres partidos y se clasificaron como primeros de grupo, pero no lo tuvieron tan fácil como parecía inicialmente. Se impusieron en los tres partidos por la mínima (2-1 ante Suecia y 1-0 ante Costa Rica y Escocia) y su fútbol no puedo brillar en exceso, dada la tendencia de casi todos los equipos a acumular muchos jugadores atrás y a encerrarse (sobre todo ante ellos), para luego intentar sorprenderles en alguna contra. Pese a todo, el primer paso estaba dado. Esperaba la vigente campeona, Argentina, en  octavos de final.

brasil 90

Si en 1986 Argentina se alzó campeona del mundo con un fútbol pragmático y práctico, lejos de florituras y alardes, como gustaba a su técnico, Carlos Bilardo, en el que un Maradona excelso ponía la magia, para el Mundial de Italia ’90 todavía se volvieron más “bilardistas” si cabe, legando todo su juego ofensivo a alguna genialidad de Diego (ya venido a menos), a las picaduras de Claudio Caniggia, a aprovechar los fallos del rival y al “parapenaltis” Sergio Goycoechea.

Su primera ronda fue bastante pobre y se clasificaron por ser uno de los mejores terceros de grupo tras una sorprendente derrota ante Camerún en su primer encuentro. El partido se presentaba como durísimo y muy igualado, enfrentando a dos estilos totalmente opuestos: el fútbol de calidad de los brasileños contra la practicidad argentina. Los dos países dominadores del fútbol sudamericano, una rivalidad encarnizada, tres Copas del Mundo para Brasil y dos para Argentina en aquel momento. Maradona contra sus compañeros brasileños del Nápoles, Alemao y Careca.

El duelo tuvo el guion esperado. Un encuentro muy cerrado, en el que Brasil llevaba la iniciativa y atacaba, mientras los argentinos esperaban atrás, tratando de encontrar algún contraataque en el que la pareja Maradona-Caniggia abriera la retaguardia “Canarinha”. Los brasileños fueron encerrando a Argentina, acumulando ocasiones claras una detrás de otra, pero unas veces la falta de acierto de cara a portería, otras Goycoechea y varias los postes (cabezazo de Dunga, un centro-chut de Carena y un tiro lejano de Alemao) repelieron la suerte de los de Lazaroni.

Poco a poco, los nervios fueron acumulándose en estos, hasta que en el minuto ochenta se cumplieron los peores pronósticos: Maradona, en una de sus genialidades, agarró el balón en mediocampo, se deshizo de varios brasileños, condujo hasta las cercanías del área, donde hasta cuatro defensores se fueron a por él y, viendo a Caniggia libre de marcajes y vigilancias, le dio el balón para que driblase a Taffarel y ajusticiara a su encarnizado rival. Años después nos enteraríamos del suceso del bidón de agua con somníferos argentino del que bebió Branco, pero esa es otra historia. Sin apenas tiempo para reaccionar, Lazaroni hizo dos cambios, Ricardo Gomes fue expulsado por una patada a Basualdo y Brasil, con diez jugadores, dispuso de una clarísima ocasión a falta de tres minutos, pero Müller no fue capaz de convertirla en gol. Derrota por 1-0 y eliminados otra vez.

maradona contra brasil 90

Como era de esperar, las críticas posteriores hacia Brasil por parte de la prensa y la afición no se centraron en los fallos puntuales, sino en la ausencia de la brillantez ofensiva de otras épocas y, sobre todo, en el sistema de juego empleado por Lazaroni. Brasil mereció bastante más, hizo un juego bastante interesante y jugó para ganar, pero la falta de puntería redujo a escombros cualquier mérito realizado. Lazaroni quedó estigmatizado para siempre como “el entrenador que introdujo la defensa de 5 en la selección brasileña”, asociado este hecho al fracaso en Italia ’90.

Para mayor desgracia del técnico, posteriormente otros seleccionadores de Brasil optarían por planteamientos que no eran precisamente típicos del “jogo bonito”, como el trivote de mediocentros defensivos de Parreira en USA ‘94 (Mauro Silva, Mazinho y Dunga) o la vuelta a la defensa de 5 (Edmílson como libre, con Roque Júnior y Lúcio como centales y Cafú y Roberto Carlos de carrileros), junto con dos mediocentros defensivos por delante (Gilberto Silva y Kléberson) de Scolari para el Mundial de Corea y Japón en 2002. La diferencia fue que, en estos dos últimos casos, Brasil se alzó con el Campeonato del Mundo y apenas nadie se atrevió a ponerlos en duda por traicionar ciertos ideales.

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