Proyectos vs Inmediatez

El mundo del fútbol, sobre todo el actual, es una jungla en la que la memoria se disipa rápidamente en un presente en el que apenas se atisba un futuro a cortísima distancia. Todo se resume a la ley del momento actual y todo se valora en cuanto a los resultados inmediatos. Cada vez se antoja más y más complicado ver clubes que apuestan por los proyectos a largo plazo y por un entrenador que dirija esos designios, como en su día Brian Clough en el Nottingham Forest, Alex Ferguson en el Manchester United, Guy Roux en el Auxerre o Arsène Wenger en el Arsenal.

En estos últimos años, muy convulsos en lo extradeportivo y económico y, por ende, también en lo deportivo, el Real Zaragoza se ha convertido en una auténtica trituradora de entrenadores, jugadores y proyectos. Más aún desde que descendió a Segunda en 2013. Daba igual el nombre, el nivel, la calidad o las circunstancias del club. El final no ha sido bueno para casi nadie y el ambiente que lo rodea lo ha engullido todo, haciendo imposible cualquier esperanza de enderezar el rumbo y lograr el tan ansiado retorno a Primera División. Además, la afición ha sido tan maltratada tras tanto desencanto que se ha instalado en un punto de negatividad permanente.

Para esta temporada se eligió a Natxo González como entrenador, tras su gran campaña en el Reus la temporada pasada, en la que convirtió a un equipo con recursos muy limitados en un equipo vistoso y competitivo. Precisamente se buscaba eso con su fichaje, que fuese capaz de armar un equipo para intentar ser fiables y competentes con unos recursos más bien escasos, dadas la precaria economía actual del club blanquillo. Sin fichajes ilusionantes, sin grandes nombres y con las esperanzas puestas en la potencial capacidad del entrenador, el talento goleador del pichichi de Segunda B en la campaña anterior, Borja Iglesias, y la fe cada vez más quebrantable del respetable de La Romareda. Toda una incógnita.

La primera mitad de la primera vuelta fue aceptable, con el equipo siempre en puestos de playoff de ascenso o cerca de los mismos. El juego no era todo lo sólido y convincente que se esperaba, pero la situación pintaba bien. Sin embargo, la segunda mitad se convirtió en una pesadilla, que hizo caer al equipo hasta rozar posiciones de descenso, con lo que se encendieron todas las alarmas. Se empezó a escuchar el “Natxo vete ya”, se le criticaba el carecer de un once fijo, cambiar el sistema de juego cada poco, las probaturas con ciertos jugadores, la insistencia en otros, la falta de ambición en algunos partidos, etc. El vitoriano mantenía que el equipo iba en línea ascendente en cuanto a imagen y juego (y no le faltaba razón). Incluso dio oportunidades y minutos a varios canteranos como hacía mucho tiempo que no se veía en la capital del Ebro. Pero no llegaban los resultados y el nerviosismo de la afición era cada vez mayor, aunque desde el club se le dio crédito para poder continuar en el cargo.

Y, entonces, llegó la segunda vuelta. El equipo empezó a ganar la mayoría de los partidos y, lo que es más importante, a jugar bien y a mostrarse sólido: 8 victorias (6 de ellas consecutivas), 1 empate y 1 derrota hasta el momento. El Zaragoza se ha asentado en ese 1-4-4-2 con rombo en el mediocampo y los jugadores parecen ya totalmente identificados e integrados con el estilo de juego del entrenador. Todo esto, más Cristian Álvarez poniendo el cerrojo a la portería, Grippo y Perone como bastiones atrás,  Eguaras a los mandos, Zapater y Guti como escuderos y Borja Iglesias y Pombo percutiendo en punta. Esto, más la aportación de otros jugadores como los laterales Alberto Benito, Lasure o Delmás, la imaginación de Febas o Buff en la mediapunta y el peligro de Papu arriba han dotado a los blanquillos de una regularidad y fiabilidad que les ha aupado hasta los puestos de playoff.

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Sin embargo, ¿qué hubiese ocurrido si el club hubiese despedido a Natxo González cuando la opinión general era negativa y la marcha del equipo era peor? Pues, seguramente, que el Real Zaragoza, ahora mismo, no estaría donde está. Por suerte, se ha tenido la paciencia y visión necesarias como para entender que había aspectos positivos que hacían presagiar que el trabajo, antes o después, empezaría a dar sus frutos, como la constante mejoría en el juego ofensivo y defensivo y la presencia, cada vez más habitual, de canteranos en las alineaciones. También ha influido la escasez de fondos para evitar buscar a un nuevo preparador. De cualquier forma, es una lección bastante grande de que esa inmediatez de resultados que prima en el fútbol de hoy en día esconde muchas trampas y que los resultados no siempre son proporcionales a la calidad del trabajo que se está realizando. Por lo tanto, pase lo que pase, el cambio radical del conjunto de La Romareda ha mostrado la gran importancia de no pensar solamente en el presente más inmediato, sino que los proyectos exitosos requieren de un tiempo para acoplarse y adaptarse. Sea como sea, sin saber si finalmente podrán luchar por el ascenso a Primera División, el Real Zaragoza parece que ha encontrado su fórmula para volver a luchar por objetivos ambiciosos. Veremos lo que dura.

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